El líder afroamericano reconoció y motivó la lucha del campesino César Chávez, quien buscó la igualdad para los mexicoamericanos de California
KATYA LÓPEZ
Su cuerpo estaba débil, sus pies ampollados y su piel agrietada por el sol, tras caminar por las carreteras de California en una manifestación de 400 kilómetros.
Era 1966, cuando el campesino César Chávez lideraba un movimiento sin violencia contra los abusos laborales sobre los trabajadores agrícolas y como un bálsamo a su fatiga, llegó a sus manos un mensaje solidario de un hombre, que, como él, luchaba por los derechos humanos, al otro lado de Estados Unidos: Marthin Luther King.
“Como hermanos en la lucha por la igualdad, extiendo la mano del compañerismo y la buena voluntad y deseo un éxito continuo para usted y sus compañeros. Esta lucha debe librarse en muchos frentes: en los barrios marginales urbanos, en las fábricas y los campos. Nuestras luchas separadas son realmente una sola: una lucha por la libertad, por la dignidad y por la humanidad”.
Así suscribió en un telegrama el líder social, fechado el 22 de septiembre de 1966. “Estamos juntos con usted en espíritu y con la determinación de que nuestros sueños de un futuro mejor se harán realidad”, finalizó.
Durante sus marchas y huelgas de hambre César Chávez recibió continuos mensajes de aliento del pastor bautista, que fueron semillas, que germinaron y que aún florecen; pues aunque César falleció en 1993 su descendencia mantiene activa la lucha.
«Pocas personas tienen la oportunidad de conocer la verdadera satisfacción que conlleva dar la vida totalmente en la lucha no violenta por la justicia. Martin Luther King Jr. fue uno de estos sirvientes únicos y de él aprendimos muchas de las lecciones que nos han guiado. Por estas lecciones y por su sacrificio por los pobres y oprimidos, la memoria del Dr. King se guardará en los corazones de los trabajadores agrícolas para siempre”.
Es el mensaje que compartió Chávez en 1978, diez años después de la muerte del líder afroamericano.
Para el Dr. King, su lucha superaba distancias, religiones y costumbres. Valoró tanto a la comunidad afroamericana como a los latinos. Años antes de conocer la causa de Chávez, en 1963, visitó Los Ángeles y más de 20 mil personas escucharon los principios incluyentes de su movimiento; reconoció también a líderes como Humberto Corona, quien defendió a los inmigrantes; a Rodolfo ‘Corky’ González, líder de los chicanos; a Reies López Tijerina, o a José Ángel Gutiérrez, entonces luchador social y hoy abogado y maestro en la Universidad de Arlington, Texas.
El Dr. King invitó a la comunidad latinoamericana a ser parte de la Marcha contra la Pobreza, que se realizaría en 1968 y saldría de California hacia Washington D.C.
Pero el propio Luther King sabía que la muerte lo rondaba. El 3 de abril de 1968 dio un discurso que simuló su adiós. “Como cualquiera, me gustaría vivir una vida larga (…) pero no me preocupa eso ahora, sólo quiero realizar la voluntad de Dios, Él me ha permitido llegar a la cima de la montaña y he visto la tierra prometida; puede que no llegue allí con ustedes, pero quiero que esta noche sepan que nosotros como pueblo llegaremos a la tierra prometida. Estoy feliz esta noche. Nada me preocupa. No le temo a ningún hombre”, fueron las palabras que salieron de su último discurso.
Con el ocaso del siguiente día, gotearon las últimas horas de vida del Dr. King, que murió el 4 de abril de 1968 frente a la puerta azul cielo de la habitación 306, en el Motel Lorraine de Memphis, Tennessee, donde haría un mitin. Tenía 39 años de edad.
Su paso intenso y fugaz por el mundo trazó el camino de una lucha solidaria, inconclusa y aún activa en afroamericanos, mexicoamericanos y migrantes de Estados Unidos; una senda aún tan agrietada y dolorosa, como los pasos de su compañero de lucha, César Chávez.
“Estoy profundamente conmovido por su sacrificio personal en busca de la justicia, sin violencia. Su compromiso es un elocuente testimonio del poder de las manifestaciones pacíficas (…) Mis colegas y yo hablamos de su valentía y lo saludo con respeto por su incansable trabajo (…) hago oración por su salud y que pueda seguir sirviendo como uno de los hombres excepcionales de América”
Marthin Luther King
En otro telegrama que envió al mexicoamericano César Chávez, durante una huelga de hambre.