OPINIÓN

Recuento de “fracasos”

Es difícil dimensionar lo inusual que es la victoria y sin embargo es tan deseable que cualquier trago que no sepa a gloria se siente amargo…aunque no siempre lo sea. De ser honestos: los Juegos Olímpicos son más un recuento de “fracasos” que de “triunfos”, solo basta poner en contraste dos cifras: a la edición de París 2024 clasificaron ¡10 mil 500 personas! y sobre la mesa del esfuerzo solo hubo 330 oros en disputa ¡Menos del 4 por ciento de los asistentes se convirtieron en Campeones Olímpicos!

Durante los Juegos sobraron ejemplos para contrastar el significado del éxito; pero, es difícil notarlos al enfocarse solo en los resultados de un país; eso impide contrastar la suma de esfuerzos de 206 naciones con sus glorias y tropiezos. Desde una perspectiva más romántica: es como enfocarnos en el brillo de una estrella y perdernos la oportunidad de apreciar los resplandores de la galaxia entera.

Ante la abundancia de “tragedias”, comparto algunas que al país bien pudieron pasarle desapercibidas, quizá anecdóticas:

En el maratón varonil, el keniano Eliud Kipchogue era la figura estelar, en busca de un inédito tercer oro olímpico en el 42k, pero al 28km se detuvo adolorido y dejó pasar hasta al último corredor en competencia, para anunciar su abandono. En ese mismo asfalto compitió el hombre que podría dar batalla a Kipchogue: el etíope Kenenisa Bekele, quien no terminó ni entre los 20 mejores ¡fue 39º! A casi seis minutos del ganador.

Jackob Ingebristen, llegó como Campeón Defensor de los 1,500m y sobradamente dijo que ganar el evento sería “un paseo por el parque” y así fue: ¡tremendo paseo le dieron al noruego! Inusual a su estilo, punteó y trabajó el ritmo casi toda la prueba pero, en los últimos 200m se le escaparon: Cole Hocker, Josh Kerr y Yared Nuguse para adueñarse de todo el podio. Hocker ganó oro con Récord Olímpico (3:27.65).

El indio Neeraj Choopra llegó como Campeón Defensor del Lanzamiento de Jabalina y de sus seis intentos ¡¡cinco fueron foules!! Solo marcó el segundo con 89.45 metros que le “alcanzaron” para ganar plata porque Arshad Nadeem hizo buenos cinco de seis lanzamientos y en el segundo rompió el Récord Olímpico de esta prueba (92.97m) para darle a Pakistán el primer oro olímpico de su historia en el atletismo. En este capítulo hay que agregar contexto: hace unos meses, Nadeem no tenía recursos para comprar una jabalina nueva y Choopra -sí, su propio “rival”- hizo una convocatoria digital para fondearle y gracias a él Arshad estrenó el implemento con el que lo superó en París 2024.

China, el 2º del medallero general, por diferencia de platas con Estados Unidos (pues empataron a 40 oros) es la famosa potencia mundial de los clavados y en la final de la “prueba reina”: la plataforma de 10m individual varonil, un saltador de su país fue último: Hao Yang que tuvo la peor puntuación en la historia de un clavadista chino en Olímpicos: 390.20 (entre la sumatoria, un clavado que le dio 54.00 puntos), para ser 12º del evento.

Después de hacer una clasificatoria de ensueño en los cuatro aparatos de la Gimnasia Artística Femenil, la legendaria Simone Biles se clasificó a cinco finales, entre ellas, la viga de equilibrio. En la disputa de medallas, se cayó y “apenas” pudo hacer 13.100 puntos…claro, no subió al podio.

Podría hacer más y mas párrafos de ejemplos, porque de entre 10 mil 500 historias, son pocas las que encontraron el brillo radiante de la victoria que hoy el mundo entiende como una medalla de oro. Solo son ejemplos de lo inusual que puede ser -especialmente para naciones que no son potencias mundiales- escuchar el Himno Nacional en unos Juegos Olímpicos y cuando sucede, hay que gozarlo como es: ¡algo histórico!

Quizás sea desde la Guerra Fría que comenzó a la par el proceso bélico en el medallero, haciendo del deporte una propaganda sociopolítica para definir qué bloque “tenía la razón” ¿Capitalismo? O ¿Socialismo? Todos entramos en la dinámica del ego nacionalista, que nos hace buscar la máxima exigencia y perfección de un representante del país y ello no es malo, es más bien corto analizarle tanto a 109 representantes y dejar pasar la oportunidad de admirar, sino a todos los 10 mil 500, a otros deportistas clasificados de otras naciones.

Porque los Juegos Olímpicos fueron reconstruidos por el Barón Pierre de Coubertin como ‘La Fiesta de La Humanidad’, no la lucha de naciones (a pesar de Himnos, Banderas o medalleros).

En otros eventos, pero mismos deportes, recuerdo los Campeonatos Mundiales de Atletismo de Daegu, Corea en 2011, donde le pedí a Usain Bolt, su opinión al ver que, a un año de los Juegos de Londres 2012, cinco Campeones Olímpicos de Beijing 2008 ni siquiera pudieron competir en la final (entre los ocho mejores, de sus respectivos eventos); uno de ellos, el propio Bolt que se descalificó por salida en falso en los 100m; la pertiguista rusa Yelena Isináyeva; la saltadora brasileña Maureen Higa Maggie; o el fondista etíope Kenenisa Bekele en 5,000m. Usain dijo:


Mira: Estas cosas pasan; pasan aquí o en cualquier evento. ¡Le sucede hasta a los mejores atletas del mundo! Nadie quiere vivir esto, pero hay que estar dispuesto a aceptar que, aunque no lo desees, es algo que podrías vivir, así seas el mejor».



Desde la perspectiva del filántropo francés Coubertin, misma que comparto: el idioma del deporte nos une a ver la luz y oscuridad de un todo; nos empatiza con el rendimiento, nos hace celebrar la dicha de la expresión del ser, sin importar su procedencia; allí es cuando se devela que la admiración del esfuerzo no tiene insignias nacionales y nace un deseo genuino de ver a cada deportista dar su máxima capacidad, porque la mejor versión de uno impulsará la grandeza de los otros. 


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