Su discreta manifestación a favor de los derechos humanos le costó ser vetado de por vida del deporte; ganó una medalla olímpica y la marca que logró hace más de 50 años es aún récord australiano de 200m.
KATY LÓPEZ
Dos afroamericanos estaban descalzos y al escuchar su Himno Nacional, levantaron un puño cerrado enfundado en un guante negro y agacharon sus cabezas; mientras él, un atleta blanco de Oceanía, permaneció estoico, a sus espaldas… pero no fue indiferente a la indignación; discretamente también hizo una protesta que le costó ser vetado de por vida del deporte. Esa noche de 1968, en el Estadio Olímpico Universitario de la Ciudad de México, el ‘Black Power’ y el repudio al racismo se manifestaron en el podio.
El gremio olímpico se paralizó en la Ceremonia de Premiación de los 200m planos, al ver a los velocistas estadounidenses Tommie Smith (oro) y John Carlos (bronce) externar el rechazo a su país, que los tomaba en cuenta para ganar medallas, pero no para acceder a los mismos servicios sociales que tenían los blancos. Hizo falta mirar a detalle que los tres hombres, incluido el velocista blanco, estaban en protesta.
El ganador de la plata era un australiano nacido en Melbourne, el ‘ciudadano modelo de la época’: blanco, maestro de educación física y oficial del Ejército de Salvación. Era Peter Norman y México ’68 fue su debut y su adiós de una justa olímpica.
Días antes de empezar sus competencias, Norman conoció en la Villa Olímpica a Paul Hoffman, un estadounidense blanco que competiría en las pruebas de remo. Hoffman formaba parte del ‘Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos’, a Norman le pareció un movimiento justo, quería formar parte de él y el remero Hoffman le entregó un parche alusivo.
Llegó el momento de correr. En la semifinal de 200m, Norman, de 26 años, asombró al cruzar la meta en 20.17 segundos, logró el mejor registro de los siete heats clasificatorios, rompió el récord olímpico y la atención del mundo se postró sobre sus hombros. ¿Quién era? ¿De dónde venía? ¿Qué había logrado antes? Preguntas recurrentes y sin respuesta para muchos, en ese entonces.
Miércoles 16 de octubre de 1968. 17:50 horas: final de 200m planos, rama varonil. Norman salió del 6º carril y de nuevo asombraba a la multitud: a la mitad de la prueba, se encontraba…¡En penúltimo sitio!
Pero, al salir de la curva, faltando 80 metros para llegar a la meta, el australiano inició un ataque asombroso en el que despuntó desde el séptimo lugar. Rebasó a Mike Fray (Jamaica) y Larry Questad (EUA); a falta de 20 metros, superó a Roger Bambuck (Francia) y Edwin Roberts (Trinidad&Tobago). En los últimos cinco metros le ganó a John Carlos (EUA), para terminar en segundo sitio. ¡La carrera de su vida! Plata en 20.06 segundos y nuevo récord australiano, marca que tiene más de 50 años intacta. (Video: Final Olímpica de 200m varonil México 1968. https://www.youtube.com/watch?v=–lzACn0aZ8)

Esa misma noche entregarían las preseas a los velocistas. Momentos antes de la ceremonia, los estadounidenses explicaron a Norman lo que harían. Él les dijo: «Yo creo en Dios y estoy con ustedes», porque mucho antes de ser rivales en la pista eran atletas que con el esfuerzo uno del otro motivaron la mejor versión de cada uno, pero especialmente, antes de atletas, eran humanos y aunque muy jóvenes (ninguno pasaba de los 26 años) eran conscientes de que el honor de ser medallistas olímpicos también les daba responsabilidades con sus comunidades.
Para Peter el momento perfecto para sumarse al mensaje de igualdad y, sin agacharse, ni alzar el puño, puso el parche en el lado izquierdo de su chamarra, justo arriba del escudo de su país. ¿Por qué lo hizo? Norman era un atleta blanco de Oceanía que no estaba afectado por el racismo; sin embargo, en el podio se manifestó silencioso contra las políticas del Estado Australiano y su trato a los aborígenes.
Aunque en 1968 se revocó la discriminación en Australia, los aborígenes no eran incluidos en censos nacionales, enfrentaban desventajas sociales y económicas, no podían votar y pedían las tierras que les fueron arrebatadas por siglos. Esa fue la protesta del medallista olímpico Norman. No tenía nada qué ganar y lo perdió todo.
Los tres medallistas olímpicos fueron expulsados de la Villa Olímpica, pero también de la justa…¡y de por vida! Durante los Juegos mexicanos, su protesta fue bien vista, pero al regresar a sus países, padecieron de rechazo, desempleo y acusaciones.
Tommie Smith, con sus 11 récords mundiales, sólo encontró trabajo como lavacoches en un estacionamiento; mientras la esposa de John Carlos se suicidó. “Todo por pedir que las personas seamos tratadas iguales”, dijo Carlos.

Mientras tanto, Norman fue ignorado por la comunidad deportiva australiana. Aunque al siguiente ciclo olímpico, Peter estaba pronosticado para regresar al podio en los Juegos de Munich 1972, tanto en 100 como en 200m, las autoridades deportivas de su país se negaron a incluirlo en todas las selecciones nacionales.
Después de manifestarse en México ’68, las secuelas perduraron por décadas. Hasta en la realización de los Juegos Olímpicos que fueron en su país: Sidney 2000, a los que no fue invitado ni como parte del equipo logístico.
Pero de manera indirecta, su protesta hizo eco en el Comité Organizador de los ‘Juegos del Milenio’, que cedió la flama en la Ceremonia de Encendido del Pebetero Olímpico a una mujer aborigen: la velocista Cathy Freeman. Tras muchos años y sinsabores, las cosas sí habían cambiado.
En octubre de 2005, la Universidad de San José, California, en Estados Unidos, erigió una escultura para recordar aquel podio olímpico, pero sólo inmortalizaron a los dos estadounidenses: Smith y Carlos. A Peter no le molestó seguir en el anonimato.
Norman murió al año siguiente, el 3 de octubre de 2006 y tanto Smith como Carlos viajaron a Australia para hacer un último gesto de agradecimiento ante su solidaridad y cargaron su féretro.
40 años después de la discreta, pero intensa protesta, Matt Norman presentó el documental ‘Salute’, en el que dejó grabada la historia de su tío: Peter Norman, un blanco contra el racismo. Aquí el tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=qUrxBwa4Mfo

Pero los grandes hacen historia hasta después de morir. En octubre de 2012, el Parlamento Australiano hizo una sesión especial para dar una disculpa pública a Norman por el trato que recibió en su país, tras competir en México ’68; por no haberle inscrito para los Juegos de Munich ’72 aunque repetidamente dio las marcas; y reconocer además su valentía en una sociedad que estaba cegada entonces, por luchar y aportar empatía, solidaridad e igualdad en la conciencia colectiva australiana.
A finales de marzo, en la ciudad natal de Norman, se realiza el IAAF Melbourne World Challenge y al ganador de la prueba en que ganó plata olímpica, los 200m, se le otorga el trofeo ‘Peter Norman Memorial’, que en 2015 fue para Alonso Edward, destacado velocista de Panamá, medallista mundial, de ascendencia afro.
Los grandes escriben la historia, pero los gigantes la cambian.
Dato curioso: Aunque el remero estadounidense Paul Hoffman fue llamado a declarar ante autoridades del Comité Olímpico de EUA, como incitador social por el movimiento al que pertenecía (‘Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos’) jamás se le sancionó y de todos los involucrados en esta historia, fue el único que sí compitió en Munich ’72.