KATY LOPEZ
Ésta es la historia de una hermandad que superó la competitividad, la guerra y la muerte. Esta es la historia de los hermanos Jesse Owens de Estados Unidos y Luz Long, de Alemania.
Jesee Owens fue el ‘Usain Bolt’ de la década de los 30. Owens -nieto de un esclavo e hijo de un obrero- vivió el auge de la segregación racial en Estados Unidos y pese a ello, destacó en el atletismo. Compitió en los Olímpicos de Berlín ’36 y se convirtió en el ícono anti-nazi en la Alemania gobernada por Adolfo Hitler*, al conquistar cuatro oros olímpicos: 100m, 200m, relevo 4x100m y el más difícil de todos: salto de longitud, competencia en la que encontró a su hermano.
Jesse llegó a Berlín como el recordista mundial de salto largo con un registro de 8.13 metros -marca que no se rompería por 25 años- y durante los Juegos enfrentaría al favorito, el alemán Campeón Europeo Luz Long.
En la ronda clasificatoria, Jessefalló el primero de sus tres intentos, luego falló el segundo y postrado en la arena de la fosa, se quedó meditando unos segundos. Un foul más y el ‘recordman’ quedaría fuera.
Cuando se levantó, el saltador Luz Long se atravesó en su camino y le dijo que cambiara ligeramente la técnica, Jesse hizo caso, clasificó a la final y en ella ganó oro…por encima de Luz Long. Según Jesse, logró el título olímpico gracias al consejo de Long, con quien inició una estrecha amistad.
Aunque el mundo aplaudió el momento dorado que forjaron ambos atletas, con el tiempo su historia fue olvidada. En Estados Unidos Jesse volvió a ser un afroamericano discriminado, mientras Long corrió una peor suerte: a diferencia del resto de los olímpicos alemanes, a Luz lo enviaron al campo de batalla durante la II Guerra Mundial, fue el único de aquel equipo de Berlín 1936 que combatió en el frente.
Aún en los momentos más álgidos de la guerra, los ‘hermanos’ Owens-Long se mantenían en contacto por medio de cartas, a pesar de las hostilidades entre sus países de nacimiento.
Siete años después de compartir el podio olímpico con Jesse, Long fue enviado a una misión para invadir Sicilia. Allí, el alemán recibió una severa herida y lo primero que vino a su mente fue escribirle a Owens una carta final que aquí comparto:
“Estoy aquí Jesse, donde sólo parece haber arena seca y sangre húmeda. No tengo mucho miedo por lo que me pase, mi querido amigo, temo por mi mujer que está en casa y por mi pequeño hijo Karl, quien nunca ha conocido realmente a su padre.
Mi corazón me dice, si soy honesto contigo, que ésta es la última carta que voy a escribir en mi vida. Si es así, te pido algo. Es algo muy importante para mi: Quiero pedirte que vayas a Alemania cuando termine la guerra, encuentra a mi hijo Karl y le hables de su padre; dile Jesse, cómo era la vida cuando no nos separaba la guerra, dile cómo pueden ser las cosas entre los hombres en esta tierra.
Si haces esto por mí, esto que necesito tanto que se sepa, haré algo por ti, te voy a decir algo que seguro quieres escuchar y que es verdad: ese momento en Berlín, cuando te hablé por primera vez, cuando tenías tu rodilla en la arena, yo sé que estabas orando; entonces no lo sabía, pero lo sé ahora ¡Ahora lo sé! Sé que no es una casualidad que tú y yo nos conociéramos, sabía que nuestra amistad duraría más que un momento olímpico.
Creo que esto pasó porque Dios hizo que sucediera, eso es lo que quiero decirte Jesse, pienso que debo creer en Dios, así que ahora rezo para pedirle que estas palabras que te escribo en verdad lleguen a ti y puedas leerlas.
Tu hermano, Luz.
En sus últimas horas de vida, Luz compartió a Jesse lo afortunado que se sentía de haber sido la respuesta a sus plegarias en aquella competencia olímpica, pues el propio Owens fue para Long una de sus bendiciones más grandes: fue su amigo.
Long falleció el 14 de junio de 1943 en Sicilia y aún después de morir recibió honores: En 1964 el Comité Olímpico Internacional decidió otorgarle la medalla Pierre de Coubertine al ‘Verdadero Espíritu Deportivo’. Fue el primer ganador de este reconocimiento que sólo se ha entregado en 17 ocasiones especiales.
Jesse leyó la carta y cumplió el sueño que Luz le pidió. La fraternidad entre los saltadores se heredó hasta sus familias y aún resuenan los ecos de la amistad Owens-Long: durante el Campeonato Mundial de Atletismo de Berlín 2009, que fue en el mismo estadio de los Olímpicos del ’36, en la ceremonia de premiación, los encargados de entregar las medallas en salto de longitud fueron la nieta de Jesse y el hijo de Long.
- La idea de que Hitler rechazaba a Owens fue sólo parte de la desinformación. El propio Owens portaba en su cartera una fotografía en la que aparecen Hitler y él, durante los Olímpicos de 1936. Para Owens, ese fue uno de los mejores momentos de su vida, pues demostraba que aquel hombre no odiaba a los negros. La foto se tomó detrás del palco de honor y por ende, la prensa no alcanzó a retratarlos, pero inlcuso el piloto británico Eric Brown fue testigo de que Hitler sí estrechó la mano de Owens y lo felicitó por sus resultados.
Gracias Katy por esta impresionante historia
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Excelente
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