El polo hípico es un deporte de poca difusión pero mucha traición en México. El país vio crecer y desarrollarse al mejor jugador de la historia mundial: Carlos Gracida, quien fue además el favorito de la Reina Isabel II y maestro de su hijo Carlos y sus nietos Guillermo y Enrique, pero además, en los inicios del Siglo XX fue el polo, gracias a tres hermanos que años atrás incursionaron en este deporte.
El 28 de mayo de 1900, los hermanos mexicanos Pablo, Manuel y Estuaquio Escandón y Barrios, con el estadounidense William Wright hicieron equipo en el polo, porque eran otros tiempos y, en el amateurismo del torneo consideraron posible conjugar a jugadores de naciones mixtas, en un deporte de conjunto.

La justa, se desarrolló cuando Porfirio Díaz era presidente de México. En una era afrancesada en la que los hermanos Escandón y Barrios eran hijos de uno de los más importantes accionistas de una de las industrias que mayormente impulsó Don Porfirio: el ferrocarril.
No existían los organismos deportivos de hoy en día: Comité Olímpico Mexicano, Confederación Deportiva Mexicana, Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte o Federación Deportiva Mexicana de ningun deporte; así, el principal patrocinador de aquel resultado fue el padre de los Escandón y Barrios, que al ser accionista de la construcción del Ferrocarril México-Veracruz, costeó el viaje de sus hijos y sus caballos.
Antonio Escandón (quien por cierto regaló a la Ciudad de México el monumento a Cristóbal Colón que se encuentra en Av. Paseo de la Reforma) se casó con Catalina Barrón y Añorga. En el gobierno de Benito Juárez, el matrimonio gozaba de una privilegiada posición financiera y social y ante las posibilidades de padecer secuelas. Los tres hijos estudiaron en el Stonyhurts College de Inglaterra (fundado en 1794).
En marzo de aquel 1900, el hombre que retomó los Juegos Olímpicos de la Antigua Grecia para traerlos a la modernidad, el Barón Pierre de Coubertain, lideraba la segunda edición de la justa. La primera en 1896 fue, en honor a la herencia, en tierras helénicas, pero la segunda, en su patria, aunque entre desolación por falta de recursos, sin ceremonias que dieran inicio y fin a la justa; sin juramentos de atletas, entrenadores o jueces, mucho menos mascotas, logos o un lema.
En los inicios de los Juegos Olímpicos modernos los competidores, antes de deportistas, eran viajeros. En la segunda edición de la justa, París 1900, no existían las campañas mercadológicas, ni había medios de comunicación interesados en difundir el evento, por ello, los atletas deambulaban por las calles de París, preguntando: “¿Dónde se realizarán las competencias de los Juegos Olímpicos?”, con indicaciones, a veces a señas, por las carencias del idioma, unos y otros parisinos les ayudaban a llegar a las sedes a aquellos que buscaban la gloria olímpica, sin estadios llenos, ni gritos eufóricos, los únicos testigos eran los acompañantes de los atletas y los deportistas que no competían en el momento.
Era una tierra que desconocía las secuelas de las Guerras Mundiales, los campos de concentración, atentados o hasta la comercialización de la competencia; todo aquel que participaba lo hacía por el mero espíritu de contender, sin dádivas de por medio.
La casa del polo en París
Coubertine propuso una serie de torneos, Alfred Picard otros, pero fue Daniel Merillon, quien agregó al programa las disciplinas ecuestres. Así, el Campo de Polo de Bagatelle, en el Bosque de Boulogne, inició el primer torneo de polo de la justa, con equipos combinados que en vez de llevar el nombre de sus naciones, se bautizaron como equipos profesionales: Foxhunters: Estados Unidos con Inglaterra; Rugby: Francia con Inglaterra; Bagatelle: Francia con Inglaterra y Norteamérica: México y Estados Unidos.
El torneo, que duró tres semanas, se jugó en round robin (todos contra todos). Pero en las semifinales, Foxhunters perdió 6-4 ante Bagatellel; mientras Rugby superó 8-0 a Norteamérica y aunque la final se compitió el 29 de marzo, se asignaron los bronces a los dos perdedores, sin que debiesen enfrentarse entre ellos, pues así dicta el protocolo de este deporte.
Sin embargo, en el conteo oficial de aquella justa, no se consideró este resultado. Una de las teorías fue que el torneo se realizó con equipos y no con Selecciones Nacionales; aunque no se les reconoció en el medallero, los polistas sí obtuvieron un premio. En aquellos Juegos, de precaria situación financiera, no se entregó, como es ahora, medalla de oro plata o bronce, sino aportaciones privadas para conceder a los ganadores, desde juegos de pipas, hasta boquillas. Al equipo mexicoamericano se le dio una charola de plata de la que hoy no se sabe nada.
Los hermanos Escandón nunca se cambiaron de nacionalidad. Después de aquellos Juegos, Pablo fue Jefe del Estado Mayor y traductor de Porfirio Díaz en su entrevista con el presidente estadounidense William Howard Taft; luego fue gobernador del estado de Morelos. Manuel y Eustaquio se dedicaron a atender negocios en Francia y España, donde Manuel fue un gran promotor del polo. El estadounidense William Wright, el cuarto integrante de aquel equipo, era socio de los hermanos en sus negociaciones por Europa.
Para la edición de Berlín 1936, México regresó al podio olímpico en el polo, de nueva cuenta con el bronce, pero esta vez como equipo con Juan García, ANtonio Nava, Julio Müller y Alberto Ramos y fue la última edición en la que se realizó esta disciplina hípica.