Deportes

La ayuda de Polonia al deporte mexicano

El debut de México en la Copa del Mundo Qatar 2022 será ante Polonia, un conjunto que en solo nueve participaciones ha alcanzado el tercer puesto en dos ediciones: Alemania 1974 y España 1982, pero años antes de hacer brillar su fútbol, compartieron el fulgor de su metodología deportiva para que México también viviera sus propios destellos en escenarios olímpicos y mundiales y al menos ocho especialistas en ciencias del deporte viajaron desde su natal Polonia hasta el otro lado del mundo a entrenar a chicos desconocidos para ellos y también para México…pero con su apoyo, dedicación y paciencia, sus nombres entrarían a la lista de las figuras imborrables en la historia nacional.

En los Juegos Olímpicos de México 1968 surgieron los primeros capítulos de éxito en la relación deportiva de México y Polonia. El boxeo mexicano ganó cuatro preseas, dos de ellas los oros de Ricardo Delgado y Antonio Roldán, con los dos bronces de Agustin Zaragoza y Joaquín Rocha; los cuatro pugilistas hicieron historia bajo las instrucciones de los entrenadores polacos Casimiro Mazek y Enrique Nowara (quien estuvo en México hasta 1971 y enfiló parte del rumbo amateur del boxeador Alfonso Zamora, que en los Juegos de Munich 1972 fue el único mexicano que ascendió al podio olímpico, con una presea de plata).

Durante los Juegos de México 1968 hubo un resultado histórico: el mundo vio por primera vez a una mujer mexicana en un podio olímpico: la esposa, madre y floretista Campeona Panamericana Pilar Roldán se colgó la única medalla olímpica que ha ganado la esgrima nacional y en la etapa más importante de su preparación hacia ese podio, Pilar trabajo en el Centro Deportivo Olímpico Mexicano con el apoyo del técnico Jerzy Buczak, quien no encontró limitantes alguna en nación, género o maternidad y trabajó duro con la mexicana hasta verla cumplir la meta que deseaba desde Tokio 64, aquí los detalles de su increíble historia.

En esos Juegos de 1968 el país local ganó su primera medalla olímpica en marcha atlética: el Sargento José Pedraza se colgó la plata en los 20km marcha, con la ayuda del entrenador polaco Jerzey Hausleber (con quien comenzó a trabajar en el verano de 1966) un técnico que en más de 35 años de esfuerzo directo con los atletas, contribuyó a que México colectara casi 120 preseas en Juegos Centrocaribeños, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos o Campeonatos Mundiales de Atletismo, además de romper en 15 ocasiones los récords mundiales de distintas distancias de la caminata atlética. Hausleber Roszezewska fue el técnico que innovó con los entrenamientos en alturas superiores a los 4 mil metros sobre el nivel del mar y con su metodología se volvió artífice de leyendas como: Daniel Bautista, Ernesto Canto, Carlos Mercenario, Bernardo Segura, Noé Hernández o Joel Sánchez; todos ellos medallistas olímpicos de marcha atlética y por ello recibió el premio a la ‘Orden Mexicana del Águila Azteca’, que se concede a extranjeros que ofrecieron su esfuerzo para el desarrollo nacional, después se naturalizó mexicano y ganó además el Premio Nació al de Deportes.

Junto con Hausleber, llegó también a México en 1966 el entrenador Stanislaw Poburka para entrenar al equipo olímpico de voleibol varonil que no logró ganar ningún encuentro en el torneo de los Juegos de 1968, pero que contribuyó a sembrar la semilla que hizo crecer el deporte hasta tener talentos de exportación hacia Europa (como: José Luis Martell, Tomás Aguilera o Pedro Rangel). A sus 92 años de edad, Pobruka reside en Polonia.

Pero otro de los talentos polacos que llegó a México y se quedó aquí hasta su último aliento fue Tadeusz Kepka. Ambos, Hausleber y Kepka arribaron al país tras un contrato emitido por José de Jesús Clark Flores, entonces vicepresidente del Comité Olímpico Mexicano y en el caso de Kepka, su labor se enfocó en pruebas de fondo. Tadeusz -que hablaba fluido inglés, francés ruso, español y hasta latín- comenzó el arduo trabajo con una generación en la que estuvo el destacado Juan Máximo Martínez (qepd), único mexicano que se ubica en 4º sitio en dos distintas pruebas de unos mismos Juegos Olímpicos: en México 68 se quedó a un paso de las medallas tanto en 5,000m, como en 10,000m; con el también entrenó el medallista panamericano Mario ‘El Sope’ Pérez quien hizo los orígenes de la pista que lleva su apodo en la 2ª Sección de Chapultepec y aquí está la historia de este sitio y su creador.

Después, Kepka desarrolló el talento de Rodolfo Gómez, quien ganó maratones como Tokio o Atenas, fue dos veces 2º en el Maratón de Nueva York y también corrió el 42k en dos ediciones olímpicas: 1976 y 1980. Más tarde el mismo Rodolfo se volvería un destacado entrenador. Pronto llegó a manos de Kepka el talento de Arturo Barrios, el único mexicano que ha roto un récord mundial en pruebas de fondo (10,000m 27.08.23, Berlín 1989) y fue el primer hombre del mundo que hizo un 21k en menos de una hora. Con sus conocimientos, sus interminables cuadernos con estadísticas y su extraordinaria memoria, Tadeusz contribuyó a ver Subcampeón Mundial de maratón a Dionicio Ceron y también guió el trabajo que acumuló en sus piernas el veracruzano Germán Silva, dos veces ganador del Maratón de Nueva York y finalista olímpico del 42k en Atlanta 1996. Además se encargó de dirigir la preparación física de árbitros de fútbol mexicano. Antes de su último aliento, recibió a su último alumno destacado: el multimedallista panamericano y doble finalista olímpico Juan Luis Barrios.

A principios de la década de los 80 regresó a México con contrato en mano Andrzej Piotrowski (quien había venido a la capital del país en los Juegos de México 68 como parte del equipo polaco) y tendría por labor desarrollar los talentos en velocidad; entre otros, guió a Mayra González (400m), Óscar Juanz (400m vallas) y al sonorense Alejandro Cardenas quien practicaba la prueba combinada de decatlón y en 1999 se convirtió en la primera persona de México que ganó una medalla mundial en pruebas atléticas de velocidad: 400m y subió al podio con el bronce, al lado de la leyenda de las pistas, el estadounidense Michael Johnson. Hausleber, Kepka y Piotrowski estudiaron juntos en la Academia de Educación Física de su natal Varsovia. Antes de llegar a México Piotrowski entrenó a Irena Szewinska, Campeona Olímpica en México 68 en 200m y quien poseyó los récords mundiales de 100m, 200m, 400m y 4x100m.

Antes de ser entrenador, Piotrowski buscaba incursionar como actor en su natal Varsovia, pero migró a la Ciudad de México a desarrollar talentos deportivos. Hoy es el único de todos ellos que sigue viviendo en México.

La última en migrar de Polonia a México fue Wanda Panfil, considerada la mejor corredora de fondo del país, quien ganó majors como Nueva York o Londres, ademas de ser Campeona Mundial de Maratón en 1991 y fue así la primera y hasta hoy única Campeona Mundial del 42k nacida en Polonia. Wanda es la única de los ocho técnicos que aún se mantiene activa como entrenadora y apoya a distintos atletas como Vianey de la Rosa, olímpica en Río 2016.

Polonia, con el intelecto, la dedicación, la exigencia y, en casi todos los casos, con el ácido humor de sus técnicos, llevó a la gloria a atletas mexicanos que pusieron también intelecto, dedicación y exigencia en mancuernas que engrandecieron a México y crearon legados invaluables hasta hoy.

Deportes

El dije de la protesta

Una noche del verano de 2018 caía en la Ciudad Universitaria de la UNAM, cuando entre los caminos que conducen a sus aulas caminaba John Carlos; 50 años atrás, en ‘territorio puma’ brilló en el con el bronce olímpico de los 200m, pero el resplandor de su éxito deportivo fue solo el pretexto para pararse en el podio y desde las alturas de la victoria el denunciar lo injusto que era la discriminación racial.

De padres cubanos, Carlos nació en Harlem, Nueva York el 5 de junio de 1945 y antes de la medalla olímpica en México 68, fue Campeón Panamericano de 200m en Winnipeg 1967, pero el deporte nunca más volvió a escuchar su nombre y su silueta no brilló nunca más en el movimiento olímpico.

Pero entre aquel ocaso del verano de 2018, John caminaba por el Centro Cultural Universitario de la UNAM y recordaba cómo cinco décadas antes el mundo era tan distinto pero a la vez muchos prejuicios seguían arraigados y la lucha por eliminarlos debía continuar. Llegó a la Sala ‘Carlos Chávez’ donde muchos protagonistas y testigos presenciales de México 68 compartían lo que el corazón, la memoria y la reflexión les permite atesorar de aquellos 15 intensos días de otoño.

John Carlos compartía sus más profundos recuerdos. Usaba una gorra negra y de su cuello pendía un dije que resumía el momento más intenso de su vida: aquellos momentos en el podio de los Juegos Olímpicos, cuando levantó con el puño enfundado en guante negro en señal de protesta contra la desigualdad racial.

Esa misma seña era su dije: un puño con cada dedo del color de un aro olímpico, en cuya base se trazó la silueta de su figura a cuerpo completo.

“Se me ocurrió a mí el diseño y lo mandé hacer en el Suroeste de Estados Unidos”, compartió orgulloso. “Es único. Aquí lo dice todo. Quería usar los aros olímpicos, pero me dijeron que tal vez no podría hacerlo, por eso fue mejor poner el puño”.

La joya es el pequeño recuerdo del gran momento que cimbró la historia y que sumió su vida entre los más intensos contrastes.

“Primero nos respetaban mucho, en México muchos nos aplaudieron, pero después algunos yanquis nos acusaban de alborotadores. Al regresar a Estados Unidos, la gente que me apreciaba, a la vez trataba de evitarme, tenían miedo de represalias, de padecer lo mismo que nosotros de ser señalados, juzgados y hasta bloqueados por la sociedad”, agregó el hombre hoy de 74 años de edad.

Pese al brillo olímpico, pese a levantar la mano para denunciar las desigualdades sociales, políticas, económicas, académicas o médicas que padecía la comunidad afroamericana, Carlos fue vetado y separado del deporte.

“La tristeza más grande de mi vida fue que mi esposa se quitó la vida. No pudo superar estas condiciones fue terrible. Si no hubiera tenido fe en mí mismo y en Dios no sé qué habría sido de mi”, confesó Carlos, quien visitó la UNAM y desde la Sala Carlos Chavez habló a las nuevas generaciones:

Al no poder continuar su desarrollo deportivo, ni tener el reconocimiento social que merece todo medallista olímpico, ni encontrar trabajo vinculado a su amado atletismo, encontró la forma de subsistir lavando autos, también fue obrero, pero perdió todo.

“La tristeza más grande de mi vida fue que mi esposa se quitó la vida. No pudo superar estas condiciones fue terrible. Si no hubiera tenido fe en mí mismo y en Dios no sé qué habría sido de mi”, confesó en la charla ante estudiantes y les dijo:

“Comprométanse con su sociedad. Pónganse al frente del cambio. No esperen a tener 60 años para pensar en hacer algo. Yo entonces tenía 22 y no estaba dispuesto a quedarme callado. Es difícil, es muy difícil, las consecuencias son muy duras; quizá ustedes no verán los resultados, pero sus hijos sí los vivirán”.

John Carlos. Medallista olímpico y luchador social

Hace 50 años en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, Carlos ganó bronce en 200m, al lado de su compatriota Tommie Smith (oro) y el australiano Peter Norman (plata). Todos se manifestaron allí: los estadounidenses con el puño negro y Norman con un parche a favor de los Derechos Humanos en el deporte olímpico. Todos fueron vetados de por vida del deporte, pero ninguno se arrepintió.

“No se trata de luchar por los derechos de un sólo grupo. Cuando se falta y se dañan los derechos de unos, queda probado que no se respetan ningunos”

John Carlos. Ex velocista estadounidense

Ni el medio siglo que ha hecho estragos en el color de su cabello o en la textura de su piel ha cambiado su carácter indomable, inquebrantable y valiente; el espíritu de un joven que porta sobre el pecho un dije más pequeño y más valioso que su medalla olímpica.

El camino de una periodista

El impredecible 7 agosto

A los reporteros ni una gitana podría leernos el futuro. Jamás sabes lo que encontrarás al abrir los ojos por la conquista de un nuevo día. Uno de esos días fue éste: 7 de agosto de 2012, cuando en menos de cuatro horas vi más de lo que podría imaginar.

Estar allí era un sueño cumplido por el que trabajé diez años sin descanso. Desde 2002 se inyectó en mi el espíritu olímpico y llegar a unos Juegos se volvió mi meta; un camino complejo en el que para los periodistas no existe propiamente un proceso de clasificación, sino de designación. Así que al pasar una década entre pistas, tatamis, dianas, arcos, gimnasios, libros, cifras, datos y detrás de la computadora, sentir el respiro del ambiente olímpico británico, pese a dejar al otro lado del mundo a mi bebé, era una especie de ‘medalla de oro’ para mi.

Pero específicamente, en esa fecha del 7 de agosto del 2012, el atletismo estaba en sus días iniciales en Londres 2012. Me instalé en el Estadio Olímpico, lista para ver al corredor David Rudisha en los 800m. Rudisha me caía bien. Su papá ganó plata en el relevo 4x400m de México ’68 y aunque no nos conocíamos ya me parecía que su historia se entrelazaba de alguna forma con mi país. Así que me senté en la grada para prensa junto a un desconocido y pronto descubrí que era un sabio: un austriaco de 81 años que gozó esa competencia a tal grado que me hizo llorar de emoción. Tan pronto el keniano cruzó la meta con el oro, este hombre europeo empezó a escribir aceleradamente para compartirme muchos datos que me hicieran valorar ese récord mundial que jamás olvido: 1:40.91 minutos. Así veía la vida aquel señor y pues sí, de alguna forma no sabríamos en qué momento dejaría de atestiguar, valorar y compartir cada instante. Esa fue su lección más grande, más allá de los textos que aún conservo; más allá de la diferencia en nuestros idiomas o culturas, para él la prioridad era compartir la luz de sus emociones y, de forma implícita, su sabiduría conmigo. Aún tengo sus líneas, como el recuerdo de un aprendizaje más grande incluso que el imperioso atletismo.

Pero, en mi deber laboral, salí aceleradamente de allí. Debía ir a cubrir las competencias en el Complejo Acuático. Me instalé en la tribuna de prensa, lista para ver las pruebas de clavados. No había tantos reporteros de México. La mayoría estaban en el ExCeL Complex, donde el sonorense Óscar Valdez peleaba los 4os de final contra Irlanda. De ganar, rompería una sequía de 12 años sin ver a un mexicano en un podio olímpico de boxeo. En su segunda incursión olímpica, el querido Valdez Fierro se despedía del pugilismo amateur con una derrota, mientras yo, seguía en los saltos ornamentales.

Todo parecía una historia conocida: Laura Sánchez en el trampolín 3m individual. Fue 6ª en Beijing 2008 y en el primer salto de Londres 2012 estaba 5ª; en la segunda ronda 6ª. Para mí ya era loable que estuviera en finales con una lesión severa en el hombro y en medio de diversas adversidades administrativas. Empecé a escribir la nota ‘Culmina Sánchez en 6º sitio’. ¡Oh error! Laura remontó. No me quiero poner técnica, pero Laura rozaba zona de medallas. Estaba en una dura lucha con la italiana Tania Cagnotto y al final la superó ¡por 20 centésimas! (362.40 puntos de Laura, por 362.20 de Tania) HISTÓRICO: Laura es hoy por hoy la primera y única mujer mexicana que gana una medalla olímpica en una prueba individual de clavados. ¿¡Qué más esperaban mis ojos!? Un récord mundial de atletismo, una medalla olímpica histórica para México…¡y faltaba mucho!

Entrevisté a Laura y salí de la sala de prensa del Complejo Acuático prácticamente jalada por Carlos Legaspi, quien me tomó por el codo y me apresuraba para regresar al Estadio Olímpico de Atletismo. Legaspi fue mi lazarillo en ese andar de casi 2.5 kilómetros y se lo agradezco, pues mientras avanzaba, escribía las letras finales de la nota sobre Laura.

Llegamos al Estadio y es literal que ya no cabía ni un testigo más; increíble porque había 80 mil asientos, pero solo cupimos de pie y en un rincón. Lamenté mucho no poder sentarme junto al sabio austriaco, pero menos de 15 minutos después, allí estaba un mundo silente y expectante: presenciando a ocho hombres hincados que esperaban el disparo de salida y a su sonido, respondió un estruendo único y electrizante. El mundo vio entonces al primer hombre en la historia que retenía un oro olímpico de 100m…con nuevo récord olímpico. Sí: Usain Bolt, con crono de 9.63 segundos, tiempo suficiente para que la multitud se rindiera ante el ‘rockstar del tartán’.

Lo que más recuerdo de aquella final es el dedo índice de la mano derecha de Usain. Aún le faltaban dos pasos para cruzar la meta y ya había puesto ese dedo sobre su boca, una señal universal de «silencio»; una especie de «¡a callar!», pues durante un año cargó la pesada loza de la «rumorología». En 2011, durante los Campeonatos Mundiales de Atletismo de Daegu, Corea, en la final de los 100m pasó lo impensable: Usain se descalificó por una salida en falso, por estar pendiente de los movimientos de su compatriota Yohan Blake (que al final ganó el oro mundial del hectómetro en Daegu 2011). Fue un error, un trauma, un fantasma que lo persiguió hasta Londres 2012, con un»¿y si pasa de nuevo?» «¿Y si Blake le gana?». Así que esa noche de verano británico, sus zancadas sacudieron esas y más dudas y el ademán tenía que reforzar su monarquía.

Pero ¿y mi historia? ¿Allí acabaría la aventura? ¡Pues no! ¡FALTABA LA CONFERENCIA DE PRENSA CON BOLT! Bajábamos apresurados cuando Legaspi me dijo: “Voltea discreta y mira quién viene detrás de nosotros».

Obviamente que no fui discreta, obviamente que miré hacia atrás y al verlo pensé «¡NO-PUEDE-SER!» A dos escalones de mí estaba caminando ¡SIR PAUL MCCARTNEY! Tal vez fue en ese instante cuando debió de darme un infarto ¡pero no! Sólo pude verlo, tratar de tomarle fotos y (estúpidamente) decirle “¡Hola!” (sí en español) y me contestó igual “¡Hola!”.

Pude infartarme allí de no ser porque el guardaespaldas que nos separaba empezó a empujarme y a gritar “¡Camina! ¡Camina!” y pues sí, se me fue el espasmo y desperté para TRATAR de andar, y de asimilar la serie de anormalidades que en tan pocas horas viví, para rematar con: la conferencia de prensa de Usain, siempre ocurrente, bromista, creativo y paciente.

A las 11:40 de la noche me di cuenta de que no había comido desde el desayuno, que hacía frío y que la noche sería bastante complicada (en especial considerando que, por una carambola de azares, en aquellos días me tocó dormir en el banquito de uno de los pianos verticales que están en la estación de trenes de St. Pancras), pero ¿qué más daba? Si lo que viví esa noche no salía ni planificando.

Un día singular, lleno de personas mágicas, que hicieron algo aquel día que me asombró, me conmovió, me alegró y me llenó el alma. Pasan los años y recuerdo con el mismo brillo cada instante de ese séptimo día de agosto, en un verano olímpico intenso, alocado e inédito.

Deportes

¿Comprarías un producto de mala calidad? Entonces: ¿¡Cómo es que vende el futbol!?

Es curioso cómo el futbol mexicano nos ofrece frustraciones gratuitas. Eliminan a México de la Copa del Mundo, la Copa Oro o cualquier otro torneo y la Nación se vuelca por la renuncia del DT en turno. Se da la presión social por la dimisión de un Director Técnico de futbol, antes que por la salida de un mal funcionario y sin embargo el burócrata sí le cuesta a la sociedad y el dirigente deportivo no.

El futbol es un negocio. Es un negocio muy raro. Sorprende ver un producto de poca calidad ser tan rentable, y en la otra mano tener deportes altamente exitosos que no poseen esas cualidades mercadológicas.

Es una ironía como la Federación Mexicana de Futbol (una Asociación Civil), no requiere del apoyo del Gobierno Federal para su desarrollo, aun cuando su nivel en representación nacional no es comparable con otras disciplinas, y aun así, el resto de las federaciones deportivas, como: clavados, taekwondo, o tiro con arco sí piden ingresos públicos, pese a ser los deportes más exitosos de distintos ciclos olímpicos, con obtenciones de medallas centroamericanas, panamericanas, olímpicas y mundiales.

No ignoro los títulos mundiales juveniles del futbol, el primer sitio en Copa Oro, el oro olímpico de Londres 2012, o la plata en la Universiada Mundial 2013 del futbol femenil, pero la cantidad de logros internacionales del futbol mexicano es menor a los alcanzados en muchos otros deportes.

¿Qué hace el futbol para convertir un producto de baja calidad en un negocio? ¿Qué hacen otras federaciones deportivas para tener competidores exitosos? Ambos gremios deberían intercambiar las respuestas, tropicalizarlas y aplicarlas a sus medios.

En mucho se debe a una falta de preparación en la administración deportiva. No es culpa de nadie. Los estudios formales para la ministración del deporte en México iniciaron hace menos de diez años y en las últimas dos décadas se da la cosecha de los frutos en esa nueva generación con tendencia a la profesionalización. Los presidentes de Federaciones Deportivas son en muchos casos ex atletas, ex entrenadores, integrantes del cuerpo directivo de administraciones anteriores y ellos, en el trajín mismo del recorrido van aprendiendo a caminar (sí, en gerundio); un tanto experimental.

Esta demora en la profesionalización del deporte responde también a la culminación del ‘amateurismo’. El Barón Pierre de Coubertine, creador de los Juegos Olímpicos Modernos, en su romanticismo por revivir la justa griega, prohibió a los atletas olímpicos recibir dinero por competir, para no ‘manchar’ el espíritu del evento, y mantener la motivación interna de hacer deporte por el mero gusto.

Era pecaminoso ‘sacar provecho del éxito’, pero hay casos en que duele ver la triste consecuencia de ese requerimiento ¿un ejemplo? El ex nadador estadounidense Brian Job, bronce en 200m pecho en México ‘68, vive en situación de calle y fue arrestado en Palo Alto, California, por encender una fogata en el estacionamiento de un restaurante, para poder cenar. (Aquí la nota del Mercury News, escrita por Bruce Newman).

En 1992  por primera vez en unos Juegos Olímpicos, se eliminó ese criterio y se permitió la llegada de deportistas profesionales y así conocimos al único y verdadero ‘Dream Team’ de basquetbol en los Juegos de Barcelona, España. Desde entonces se vinculó al deporte de paga con el que no la recibía. Ante este cambio hay quienes, como los surfistas, hallaron una ‘buena ola’ y otros que se siguen revolcando en la marea. Es un encuentro fuerte para la comprensión de la administración de los gastos e ingresos en el deporte.

La adaptación a esta tendencia ha permitido a muchos organismos y hasta deportistas capitalizar una medalla en ingresos y patrocinadores; casos como el de Usain Bolt, Michael Phelps son una muestra de cómo hacer del éxito más que sólo fama y admiración, una posibilidad de contar con ingresos.

¿Lo han pensado? A veces el cortoplacismo de las administraciones en las federaciones deportivas limita a sólo pensar en ‘sacar provecho’ del momento (cuyos periodos duran, GENERALMENTE un ciclo olímpico (cuatro años), pero en otros casos ya llevan más de 25 en el cargo…historias tan largas y enredadas como su tiempo en la silla, en fin); sin embargo, al abrir los ojos a una perspectiva empresarial, en el mediano o largo plazo, hay un camino fértil de siembra para hacer florecer la exitosa autonomía en el deporte.

Si el futbol puede,  ¿por qué los otros no?